La bella y centenaria ciudad de Arauco, ubicada a 70 kilómetros al suroeste de Concepción, es un caso excluyente dentro de la octava región. Dotada de una extensa costa, maravillosos cerros y un capital cultural que ya se quisiera cualquier ciudad de este país, ha debido presenciar la absoluta despreocupación de las autoridades en el fomento del turismo y la participación ciudadana.
Ciudades como Lota o Lebu, por ejemplo, han sabido capitalizar su riqueza histórica mediante la aplicación de políticas públicas efectivas. El resultado satisfactorio, palpable en las numerosas visitas al Parque de Lota o a la Cueva de Benavides en Lebu, obedece a una planificación seria y responsable, y a un compromiso municipal en el rescate de la historia que las designa.
En Arauco, lamentablemente, la realidad es opuesta. Basta con recorrer la ciudad para percibir que las notorias atracciones naturales están despotenciadas, abandonadas al arbitraje del destino. Este desvanecimiento producido por el desamparo, ha generado que locaciones tan importantes como la enorme playa de Arauco -que alcanza los 15 kms- o el histórico cerro Colo-Colo, no resalten más allá que por su inherente encanto.
El contraste de paisajes en el Golfo de Arauco es notable. Recorrer la playa al atardecer -como en la foto- en cualquier época del año seguro constituye un formidable panorama. Sin embargo, salvo la Oficina de Proyectos y Turismo y un pequeño e impresentable recinto de hospedaje, en este lugar no existe prácticamente ninguna infraestructura turística que atraiga a ciudadanos de distintas partes de la región.
Lo mismo ocurre con el cerro Colo-Colo, símbolo sociocultural de la ciudad donde antiguamente estuvo emplazado el Fuerte de Arauco. ¿Existe acaso alguna ruta turística con el fin de rescatar la relevancia histórica del sitio?. La respuesta es negativa. No hay plan ni sapiencia para emprender proyectos que restituyan el valor patrimonial de este majestuoso cerro. Es precisamente durante estos meses cuando el agua corre por sus vertientes y el entorno se llena de verde y floraciones, y no obstante, son muy pocos los que se interesan en visitar y admirar esta belleza natural.
Lo que hace fascinante recorrer las ciudades es la posibilidad de reconocer en ellas su pasado, los distintos momentos de su historia que contribuyen a enriquecer la conciencia colectiva. En Chile, generalmente, es poco lo que se preserva y habla de nuestra cultura y civilización, por lo que debiera ser tarea nacional restaurar y promover lo que inevitablemente arruina nuestra telúrica geografía o la pretendida modernidad.
Arauco, en esta materia, está en deuda. Los responsables de conducir las políticas administrativas de la ciudad deben elaborar proyectos concretos para realzar el innegable esplendor de sus tierras. De lo contrario, el legado de todos los araucanos que lucharon por proteger la ciudad quedará en el olvido.
Fotógrafo: Hugo Peña
Ciudades como Lota o Lebu, por ejemplo, han sabido capitalizar su riqueza histórica mediante la aplicación de políticas públicas efectivas. El resultado satisfactorio, palpable en las numerosas visitas al Parque de Lota o a la Cueva de Benavides en Lebu, obedece a una planificación seria y responsable, y a un compromiso municipal en el rescate de la historia que las designa.
En Arauco, lamentablemente, la realidad es opuesta. Basta con recorrer la ciudad para percibir que las notorias atracciones naturales están despotenciadas, abandonadas al arbitraje del destino. Este desvanecimiento producido por el desamparo, ha generado que locaciones tan importantes como la enorme playa de Arauco -que alcanza los 15 kms- o el histórico cerro Colo-Colo, no resalten más allá que por su inherente encanto.
El contraste de paisajes en el Golfo de Arauco es notable. Recorrer la playa al atardecer -como en la foto- en cualquier época del año seguro constituye un formidable panorama. Sin embargo, salvo la Oficina de Proyectos y Turismo y un pequeño e impresentable recinto de hospedaje, en este lugar no existe prácticamente ninguna infraestructura turística que atraiga a ciudadanos de distintas partes de la región.
Lo mismo ocurre con el cerro Colo-Colo, símbolo sociocultural de la ciudad donde antiguamente estuvo emplazado el Fuerte de Arauco. ¿Existe acaso alguna ruta turística con el fin de rescatar la relevancia histórica del sitio?. La respuesta es negativa. No hay plan ni sapiencia para emprender proyectos que restituyan el valor patrimonial de este majestuoso cerro. Es precisamente durante estos meses cuando el agua corre por sus vertientes y el entorno se llena de verde y floraciones, y no obstante, son muy pocos los que se interesan en visitar y admirar esta belleza natural.
Lo que hace fascinante recorrer las ciudades es la posibilidad de reconocer en ellas su pasado, los distintos momentos de su historia que contribuyen a enriquecer la conciencia colectiva. En Chile, generalmente, es poco lo que se preserva y habla de nuestra cultura y civilización, por lo que debiera ser tarea nacional restaurar y promover lo que inevitablemente arruina nuestra telúrica geografía o la pretendida modernidad.
Arauco, en esta materia, está en deuda. Los responsables de conducir las políticas administrativas de la ciudad deben elaborar proyectos concretos para realzar el innegable esplendor de sus tierras. De lo contrario, el legado de todos los araucanos que lucharon por proteger la ciudad quedará en el olvido.
Fotógrafo: Hugo Peña